Blog - Imaginero Caballero Pérez Cómo se prepara una Imagen para una Procesión

Cómo se prepara una Imagen para una Procesión

Publicado el 10-04-2025

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Las procesiones son uno de los momentos más esperados y emocionantes del año para muchas hermandades y fieles. Pero detrás de ese instante mágico en el que la imagen sale a la calle rodeada de luz, incienso y música, hay semanas —a veces meses— de trabajo cuidadoso y silencioso. La preparación de una imagen procesional es un acto lleno de amor, arte y devoción. Cada paso que se da, cada decisión que se toma, busca que la figura luzca en todo su esplendor y transmita su mensaje espiritual con fuerza renovada.

Un reencuentro lleno de respeto

Cuando se aproxima la Semana Santa, muchas iglesias empiezan a vibrar con una emoción contenida. Preparar una imagen religiosa para su salida procesional no es solo una tarea rutinaria, es un reencuentro cargado de solemnidad y cariño. Quienes se encargan de esta labor lo viven casi como un acto sagrado.

El primer paso suele ser el más íntimo: el acercamiento físico a la imagen. Se limpia el entorno, se colocan paños limpios, se enciende incienso. Después, con pinceles suaves y manos experimentadas, se eliminan los rastros del tiempo: el polvo acumulado, la cera endurecida o los restos de flores secas. Cada movimiento es lento, medido, con la conciencia plena de estar tocando algo que representa lo divino. Los fieles que lo presencian suelen guardar un silencio reverencial, como si asistieran a un momento de gracia.

El arte de vestir a lo sagrado

El siguiente paso es uno de los más esperados: el vestido de la imagen. Este proceso es mucho más que colocar telas bonitas; es dotar a la figura de un mensaje visual acorde con el momento litúrgico. Los vestidores, verdaderos artistas en su campo, escogen cuidadosamente las túnicas, mantos, encajes y joyas. Se fijan en cada pliegue del tejido, en cómo cae la tela, en cómo debe colocarse un broche o un rosario.

La elección del color no es arbitraria: el morado del luto, el rojo del martirio, el negro del duelo, el azul de la esperanza... Cada detalle tiene un sentido profundo. Las miradas que se cruzan mientras se viste a la imagen están llenas de emoción. Hay quien incluso derrama lágrimas al verla ya dispuesta, como si en ese momento la imagen tomara alma.

El paso y la transformación

Una vez la imagen está lista, se procede a colocarla sobre su paso procesional, la estructura que la acompañará por las calles. Este también se embellece con mimo: se abrillantan los respiraderos, se ajustan los candelabros, se revisan los detalles tallados en la madera. Las flores, dispuestas con armonía, no son un mero adorno; son parte del mensaje visual. Rosas rojas, lirios morados, claveles blancos... todo tiene una razón de ser, una emoción que transmitir.

En paralelo, los costaleros se preparan para asumir su responsabilidad. Ensayan, se organizan y esperan el momento en que la imagen se eleve sobre sus hombros. La música elegida también se afina en estos días, pues será la banda sonora que envolverá a la imagen durante su recorrido. El instante en que todo está listo y se abren las puertas del templo es uno de los más emocionantes del año: la talla, ya preparada, cobra vida entre cirios, incienso y música, para reencontrarse con su gente en las calles.